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Febrero 2017 - La adicción es una enfermedad del cerebro que puede padecer cualquier persona. En ella interfieren multitud de factores, algunos de carácter más biológico, pero también con una importante repercusión psicológica y unas consecuencias graves a nivel social.

Las personas que padecen un trastorno adictivo, sufren además, estigma. Uno de los problemas más comunes que nos encontramos en la sociedad a la hora de entender las adicciones es la falta de comprensión y el rechazo, al no comprender que se trata de enfermos con los mismos derechos a ser atendidos como cualquier persona que sufra otro tipo de enfermedad.

Durante décadas se ha estado hablando de romper el estigma en multitud de enfermedades, sobretodo, en aquella de carácter mental como esquizofrenia, psicosis, depresión, etc. Son muchos los estudios de investigación realizados también sobre personas enfermas de SIDA o Hepatitis, sin embargo, el número de publicaciones que hablan del estigma que sufre la persona con trastorno adictivo es muy reducido. La realidad, sin embargo, es muy diferente. Sociedades Científicas y asociaciones de pacientes se esfuerzan en transmitir esa imagen de normalidad a la hora de enfrentarse a una enfermedad que tiene un tratamiento especializado, que resulta eficaz cuando el enfermo sigue las instrucciones de los profesionales que le atienden.

El estigma tiene el potencial de impactar de forma negativa en diferentes parcelas de la vida, como el empleo, la vivienda o las relaciones sociales. El estigma afecta a muchos niveles incluida una pobre salud mental y una debilitada salud física. Implica un retraso en la puesta en tratamiento, en la recuperación y en los procesos de reinserción. También aumenta las posibilidades de verse implicado en comportamientos de riego. Muchos estudios han demostrado que el estigma es una barrera significativa para acceder a los servicios de salud y a los servicios de tratamiento por consumo de alcohol o drogas.

La gran mayoría de las personas con problemas de adicción sufren el rechazo social y son discriminados y estigmatizados. Algunos de ellos sufren pobreza, aunque no hay una necesaria relación entre sufrir estigma y sufrir pobreza o padecer algún otro tipo de desigualdad social. En los países desarrollados se promociona el alcohol asociado con aspectos positivos, actividades de prestigio y estatus social. Mientras la sociedad promueve el consumo de bebidas alcohólicas, una vez desarrollada la adicción al alcohol, es esa misma sociedad la que aparta y rechaza a la persona que la sufre.

Los recursos asistenciales para atender a estas personas también suelen estar impregnados por los mismos prejuicios que refuerzan este estigma. Muchos hospitales no disponen ni de una unidad o un equipo de profesionales especializados en el tratamiento de la adicción al alcohol y las drogas. Los centros especializados se sitúan en lugares apartados de los hospitales u otros centros de salud. Se alejan así de la normalización de una enfermedad que sigue estando mal vista. Los medicamentos para el tratamiento de la adicción al tabaco no están financiados por el servicio nacional de salud y los utilizados para el tratamiento de otras adicciones sólo reciben una financiación parcial, cuando deberían ser totalmente financiados; cuando en realidad el precio de estos medicamentos es bajo y muchísimo menor que el de otros, como los que se utilizan para el tratamiento de la hepatitis, el sida o los accidentes vasculares cerebrales.

Las administraciones en general no  tienen en cuenta que es muy rentable invertir en políticas de alcohol eficaces y también en el tratamiento especializado de los trastornos adictivos. De hecho, el enorme gasto sanitario que se produce como consecuencia de las enfermedades adictivas se podría reducir sustancialmente si se aplicaran las políticas de alcohol que han demostrado ser eficaces para reducir su consumo excesivo y también si las personas que sufren una adicción siguieran un tratamiento especializado, desde las primeras fases de su enfermedad adictiva, lo cual evitaría su cronificación y también las múltiples y graves consecuencias médicas, psiquiátricas, laborales, familiares, sociales y legales. Consecuencias negativas que no sólo afectan a la persona enferma de adicción sino también -de manera indirecta- a las personas que conviven con él o ella y a toda la sociedad en general.

Muchas personas desconocen que el ahorro que podría producirse al invertir en políticas de alcohol y drogas eficaces es mucho mayor que el coste sanitario y social de multitud de enfermedades derivadas las conductas adictivas.

Todas las dimensiones sociales, asistenciales, las políticas de prevención y tratamiento y los recursos administrativos, están impregnadas de los prejuicios y el desconocimiento de la enfermedad adictiva, los cuales conducen al estigma de los enfermos adictos.

La sociedad científica Socidrogalcohol se encuentra desarrollando folletos y cartelería que se van a repartir por toda la geografía española con el fin de contribuir a visibilizar el problema y contribuir, en la medida de lo posible, a mejorar la realidad de las personas que presentan un trastorno adictivo. (Adjuntamos folleto)

Además está realizando una campaña a nivel de redes sociales y página web que se puede seguir con el hastag #RompeElEstigma. El motivo de seleccionar este hastag es el de poder sumar a colectivos de todo tipo que también sufren estigma y que ya han utilizado este lema con anterioridad.

 

Para más información:

Mireia Pascual

Periodista de Socidrogalcohol

 

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